1 comentarios / viernes, 31 de agosto de 2012 a las 12:29 / Publicado por Chiclana Hoy

Ayer y Hoy por el Abuelo Chano





En los años de la posguerra, había mucha rasca. No todos los padres podíamos ofrecerles a nuestros hijos los alimentos que hubiésemos deseado para ellos. Mis hijos no llegaron a pasar hambre, pero aquella época –y por desgracia– se está asemejando a este tiempo tan adverso, desafortunado, desastroso, desgraciado y garrafal que estamos viviendo.

Antes iban por las casas recogiendo los desperdicios. Nada se tiraba. No existían contenedores de basuras. Todos –en la medida de nuestras posibilidades– reciclábamos lo poco que pasaban por nuestras manos. Si consumíamos una botella de casera blanca para toda la familia, teníamos que pagarle al dependiente el casco. Cuando lo devolvíamos, nos reintegraba su importe. La leche la comprábamos en casas de vecinos que las traían de las vacas que ellos mismos criaban en sus campos. Antes de ponerla a la venta, tenían que bautizarla. Consistían en echarle un porcentaje de agua a la lecha pura, porque si no se quemaba, decían los vendedores.No había llegado aún el envase de cartón impermeabilizado con aluminio y generalmente utilizados para envasar productos alimenticios líquidos. No conocíamos el papel higiénico, “porque no existía”. ¡No!, no sorprenderos los jóvenes. Se utilizaba el papel donde te envolvían los mandaos. Se llamaba papel de estraza, papel basto y grueso de color marrón. Previamente, porque hasta esto tenía su rito, había que doblar el papel para suavizarlo un poco, de lo contario, te arañabas todo el trasero. El que conseguía, antes de ir al retrete –en casi todas las casas eran comunes– un trozo de papel de periódico, tenía suerte. Suerte, pero también tenía que andar con mucho ojo. En la mayoría de los casos, con la dichosa tinta del diario, te dejaba un “borrón” en el culo con la firma del autor del artículo incluido.



Por lo tanto, no había nada que tirar. Ahora, a pesar de la necesidad que está patente entre nosotros, se siguen tirando alimentos y cosas que ya no queremos y otros, las escasean y las consideran muy necesarias.

Los que en los años cincuenta recogían los desperdicios para darle de comer a los animales –o sabe Dios para qué–, no son los de ahora. Actualmente se ven a muchos padres de familia en las colas de los centros de onegés existentes, –que son, a mi modo de ver, las personas que verdaderamente se preocupan y están quitando la hambruna de los que más lo necesitan–, para recoger alimentos, parecido a lo que hacíamos con la antigua cartilla de racionamiento.
Me conmueve enormemente, cuando veo a alguien rebuscar en esos malolientes recipientes o contenedores, que nuestro Ayuntamiento tiene colocados en algunas calles de los diversos barrios.


¡Estamos dando un paso atrás! ¿Qué está ocurriendo en un planeta como el nuestro, donde han pasado tantas civilizaciones y tan desarrolladas? ¿Para qué tantos inventos y tantas tecnologías?
¿Qué están haciendo los “listos” de esta España con el dinero de todos? ¿A esto le llaman corralito?
¡Que suelten el dinero los que lo han sustraído!, y seguro que no estaríamos en la situación donde nos han llevado nuestros queridos gobernantes políticos. ¡Así sea!

1 comentarios:

  1. . Amparo el 31 de agosto de 2012, 20:53 dijo ...

    Se puede decir algo más fuerte, pero no tan claro.
    Gracias abuelo por contarnos tus vivencias.


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