0 comentarios / lunes, 29 de octubre de 2012 a las 14:16 / Publicado por Chiclana Hoy

La Gripe por El Abuelo Chano


Como cada año y para tratar de evitar coger la gripe, o que me la contagien, he ido al ambulatorio a ponerme la vacuna. Me percaté –cuando me pincharon– que no sentí el más mínimo dolor. Se lo dije al muchacho que me la inyectó: “Ni me he enterado que ya llevo la vacuna dentro de mi cuerpo”.

El Técnico Sanitario me respondió lo siguiente: “La campaña este año ha presentado una vacuna intradérmica, que reduce ligeramente el dolor y genera más protección con menos cantidad de antígeno”. Como a mí me gusta aprender, le dije que hiciese el favor de escribirme lo que me estaba contando, porque de no ser así, se me olvidaría enseguida, porque como todos vosotros sabéis –porque lo repito con mucha frecuencia– tengo la memoria mandá a componé.

Pero hay que ver la de años que se lleva hablando de la gripe, trancazo, o influenza, como se decía cuando yo era un niño. Esta enfermedad es más vieja que Matusalén. Desde los tiempos del antiguo Egipto se explicaban los tratamientos del cuidado de la gripe a través de los jeroglíficos. También en los griegos, Hipócrates la describió como la mayor enfermedad del siglo quinto antes de Cristo. ¡Cajiná!....

A propósito de haber ido hoy al Instituto, me estoy acordando de lo mal que estaban las cosas de la salud por entonces. Era lo más normal ver féretros blancos por las calles del pueblo. Los gurripatos se morían por cualquier cosa. Las condiciones higiénicas eran..., no, no eran. Los chiquillos cuando comenzaban a jugar tenían todo el cuerpo lleno de granos y postillones infectados. A nadie le llamaba la atención ver por la calle a los niños encanijados y enclenques, con vestimentas rudimentarias y mugrientas; pantalón corto sujeto por tirantes de la misma tela, dos remiendos en el culo, piojos, toda la cara llena de mocos, legañas, churretes..., y las rodillas con sus llagas correspondientes.


Por eso, no era de extrañar que se aprovecharan de todo esto para intentar vender los más raros mejunjes. A la menor oportunidad, los purgantes, los laxantes y el aceite de hígado de bacalao nos amargaban la vida. Para los niños aconsejaban quina como reconstituyente. Imaginarse con lo adelantados y lo modernos que estamos ahora, lo que significaría darle vino a un niño. Pero yo, como algo extraordinario, he tomado alguna vez estando malo, vino moscatel con huevo, se le llamaba un candié. Intentaba alimentarme lo mejor posible, cuando podía me tomaba los huevos crudos haciéndole un simple boquetito en cada extremo. Me acuerdo la última vez que me eché uno a pecho. Un hermano mío, cuando vio las cáscaras, se dio cuenta que me había tomado uno porío. Me llevé un buen rato tratando de vomitarlo pero no pude.

Para los mayores tampoco era fácil la cosa. Ir tomando nota despacito de los anuncios tan raros que se publicaban por aquellas fechas: “Jarabe Plagiano (depurativo y refrescante de la sangre), Emulsión Marfil al Guayacol (preparada con aceite puro de hígado de bacalao con hipofosfitos de cal y de sosa con guayacol), Cápsulas de Terpinol de Adrián (contra el dengue, trancazo e influenza), Solución Pantaubergue al Clohidro-Fosfato de Cal Creosotado (toses, bronquitis), Vino y Jarabe de Fosfoglicerato de Cal de Chapoteant (indicado en fosfaturia, laclorosis, anemias y convalecencias), Vino Pinedo (tónico nutritivo), Elixir Polibromurado Bertrán (contra los nervios), Solución Benedicto de Glicerofosfato de Cal con Creosotal (tuberculosis, catarros crónicos...), Emulsión Forcada de Aceite de Hígado de Bacalao (reconstituyente), Té Purgante de Chambard (contra el estreñimiento)”. Con todo estos mejunjes no era nada extraño que se muriera tanta gente.

Por entonces no existía la Seguridad Social. Tímidamente empezaban a surgir algunos seguros privados que, por supuesto, no alcanzaban a las clases más pobres. Pero los médicos tenían su propio baremo, estaban agrupados en lo que se llamaba “Asociación Sanitaria Regional Andaluza” y cobraban a los enfermos unas tarifas con arreglo a su clase social: clase obrera, una peseta; clase media, dos pesetas y clase acomodada, cinco pesetas.


Por cierto, Ochenta y tantos años más tarde, me estoy dando cuenta que todavía no han inventado un remedio para erradicar, eliminar, ni curar la gripe.


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