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La ermita de Santa fue un proyecto del arquitecto gaditano Torcuato Cayón de la Vega. Sus obras duraron desde 1772 a 1774, en el mismo lugar –que previamente– existía un molino de viento y tuvieron que solicitar permiso para su derribo a las autoridades militares. El lugar de su ubicación, era fundamental como punto de observación estratégico, como quedaría constatado años más tarde, con la Guerra de la Independencia.



Antes de que se construyera el polideportivo que está en la falda del cerro, celebrábamos una fiesta muy bonita. Se hacía un baile en la explanada o terraplén que allí había. Algo al estilo antiguo, pero se pasaba muy bien. Dejaron de sacar la imagen de Santa Ana por encontrarse, según decían, en muy malas condiciones y sería verdad cuando luego hubo que restaurarla.

A finales de 1991 se restauró la imagen de Santa Ana con su Virgen Niña, que se venera desde el siglo XVIII en la ermita de su mismo nombre. Durante los trabajos de restauración se descubrió en la espalda de Santa Ana el nombre del escultor, que era un genovés llamado Domingo Giscardi.

Y hablando de Santa Ana, me da mucha alegría que desde el año pasado, se haya vuelto a recuperar la romería que se venía celebrando durante muchísimos años. A la Santa la llevaban a la iglesia de San Juan Bautista en vísperas de su festividad para hacerle la novena. El 26 de julio, su día, procesionaba en un bonito paso que era llevado por un tractor, acompañada en el mismo por una réplica de la ermita y era llevada en romería hasta su casa, situada en lo más alto de la colina.

Ahora y como ocurre siempre, gracias a los vecinos, a los cofrades y al párroco de San Juan Bautista, el chiclanero Francisco Aragón Calderón “Padre Paco”, podemos disfrutar nuevamente de ver a la “Abuela” –aunque sea una réplica donada por Manolita Fernández–, pasear por nuestras calles.

Abuelo Chano