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jueves, 12 de julio de 2012
a las 12:14 / Publicado por
Chiclana Hoy
Por fin llegó tan esperada fecha. La víspera, a las doce en punto, se echaron a voleo todas las campanas de las iglesias de Chiclana. El cine de la Alameda de Quecuty estaba abarrotado de gente. Ese día, el dueño, que si no recuerdo mal se llamaba Emilio Pujales o Poujade, se trajo de la casa Gaumond de Sevilla una película rodada en el año 1916 relacionada con la festividad, que se titulaba Christus. El director era Giulio Antamoro. Comenzaba con la Anunciación y se extiende hasta la Ascensión del Señor. Por la mañana llegó de La Isla una orquesta y de Cádiz la banda de música de los Salesianos. No se pueden ustedes imaginar el ambiente que había.
Se cantó el himno dedicado a Nuestra Señora de los Remedios. La música y la letra eran de un bañista gaditano del Balneario de Fuente Amarga. Nunca llegué a conocerlo, por lo que no se su nombre aunque me hubiera gustado mucho saber quién era. Comenzaba con un estribillo y a continuación un “coro marcial” nos introducía en la base del himno.
Estribillo
Salve, patrona amada,
que de REMEDIOS eres raudal,
vuelve a nos tu mirada;
libra a tu pueblo
de todo mal.
Coro marcial
Que en actitud sumisa siempre esté;
de tu virtud sea fiel imitador,
que la frialdad no entibie nuestra fe,
ni la licencia mancille nuestro honor;
que de Luzbel huyamos con terror
y nuestra cruz llevemos con valor.
En 1920 trajeron una campana desde Badajoz para el campanario de San Telmo. Pesaba unos seis quintales y, como es lógico, la bautizaron con el nombre de Nuestra Señora de Los Remedios. No sé si sería ésta la que años más tarde se cayó sin que milagrosamente matara a nadie.
Los proyectos no faltaban. En marzo de 1912 un ingeniero que se llamaba Waldo de Azpiazú y Artazo -que de aquí seguro no era- se comprometió a poner agua corriente en Chiclana en el plazo de dos años. El agua se almacenaría en el cerro de Santa Ana y se distribuiría a cincuenta céntimos el metro cúbico. Según este hombre, le tocaría cincuenta litros a cada habitante, pero el proyecto se fue al garete. Lo que son las cosas, después de muchos aguaores por las calles y mucha gente acarreando cubos desde la fuente del Arenal, de la Soledad y del Pilar, los chiclaneros no tuvimos agua corriente hasta bien entrada la década de los sesenta.
En septiembre de 1916 se hicieron unas obras muy importantes en el Hospital de San Martín, que también lo llamaban del “Niño Jesús”. Las realizó un arquitecto de Jerez, que se apellidaba Estévez, con el dinero que dejó a su fallecimiento Emilio Añeto, que era hermano del Chantre de la Catedral de Cádiz y secretario del obispado, Padre Añeto. Por cierto que el maestro de estas obras se llamaba Santiago Conejero y era el padre de un amigo mío. Un año después se dieron cuenta que el Hospital no tenía material quirúrgico, entonces se hizo una suscripción popular, dando cada uno lo que podía. Al final se logró recaudar ochocientas ochenta y cinco, pesetas con las que se compró el material en Barcelona.
A propósito de hospitales, me estoy acordando de lo mal que estaban las cosas de la salud por entonces. Era lo más normal ver féretros blancos por las calles del pueblo. Los gurripatos se morían por cualquier cosa. Las condiciones higiénicas eran..., no, no eran. Los chiquillos cuando comenzaban a jugar tenían todo el cuerpo lleno de granos y postillones infectados. A nadie le llamaba la atención ver por la calle a los niños encanijados y enclenques, con vestimentas rudimentarias y mugrientas; pantalón corto sujeto por tirantes de la misma tela, dos remiendos en el culo, piojos, toda la cara llena de mocos, lagañas, churretes..., y las rodillas con sus llagas correspondientes.
Por eso, no era de extrañar que se aprovecharan de todo esto para intentar vender los más raros mejunjes. A la menor oportunidad, los purgantes, los laxantes y el aceite de hígado de bacalao nos amargaban la vida. Para los niños aconsejaban quina como reconstituyente. Imaginarse con lo adelantados y lo modernos que estamos ahora, lo que significaría darle vino a un niño. Pero yo, como algo extraordinario, he tomado alguna vez estando malo, vino moscatel con huevo, se le llamaba un candié. Intentaba alimentarme lo mejor posible, cuando podía me tomaba los huevos crudos haciéndole un simple boquetito en cada extremo. Me acuerdo la última vez que me eché uno a pecho. Un hermano mío, cuando vio las cáscaras, se dio cuenta que me había tomado uno porío. Me llevé un buen rato tratando de vomitarlo pero no pude.
Para los mayores tampoco era fácil la cosa. Ir tomando nota despacito de los anuncios tan raros que se publicaban por aquellas fechas: “Jarabe Plagiano (depurativo y refrescante de la sangre), Emulsión Marfil al Guayacol (preparada con aceite puro de hígado de bacalao con hipofosfitos de cal y de sosa con guayacol), Cápsulas de Terpinol de Adrián (contra el dengue, trancazo e influenza), Solución Pantaubergue al Clohidro-Fosfato de Cal Creosotado (toses, bronquitis), Vino y Jarabe de Fosfoglicerato de Cal de Chapoteant (indicado en fosfaturia, laclorosis, anemias y convalecencias), Vino Pinedo (tónico nutritivo), Elixir Polibromurado Bertrán (contra los nervios), Solución Benedicto de Glicerofosfato de Cal con Creosotal (tuberculosis, catarros crónicos...), Emulsión Forcada de Aceite de Hígado de Bacalao (reconstituyente), Té Purgante de Chambard (contra el estreñimiento)”. Con todo estos mejunjes no era nada extraño que se muriera tanta gente.
Por entonces no existía la Seguridad Social. Tímidamente empezaban a surgir algunos seguros privados que, por supuesto, no alcanzaban a las clases más pobres. Pero los médicos tenían su propio baremo, estaban agrupados en lo que se llamaba “Asociación Sanitaria Regional Andaluza” y cobraban a los enfermos unas tarifas con arreglo a su clase social: clase obrera, una peseta; clase media, dos pesetas y clase acomodada, cinco pesetas.
El balneario de Fuente Amarga continuaba dando una vida tremenda al pueblo. Tengo por aquí los nombres de quienes lo llevaban por aquellas fechas: El director se llamaba don Mariano Salvador, el administrador don José Valverde, el encargado don Sebastián Varo, y el mecánico maquinista don Eduardo Ruiz. También había dos bañeros, dos bañeras y una fontanera, de los que siento no tener sus nombres. En septiembre de 1916 se inauguró un nuevo Círculo en la calle La Vega, promovido por la “Unión Comercial e Industrial de Chiclana”, su presidente era don Tomás Fernández y Fernández. ¡Ah!, y que no se me olvide, en 1917 teníamos un equipo de fútbol, o de balompié como bien se decía entonces, que se llamaba “Regional Club de Chiclana”. Vestía camiseta con rayas negras y amarillas y pantalón negro. Solía jugar sus partidos en el Almendral, a donde íbamos todos andando.
Siempre se ha hablado de los felices años veinte, pero aquí fueron tan malos o más que los anteriores. A pesar de que 1918 no pudo empezar mejor: a mi padre le tocó la lotería con el número 16.924. En total se repartieron en el pueblo mil quinientas pesetas. Pero a continuación todo salió mal. Ese año hubo una espantosa epidemia de gripe en toda España. Uno de los pueblos más castigados fue por desgracia el nuestro. El dengue atacó sobre todo a la gente más activa y a las que más necesitábamos, los que tenían entre veinticinco y cincuenta años. Por cierto que para “curarse” nos hacían tomar Yodo de Poliyodasal Bascuñana, que no servía para nada. Ochenta años más tarde me estoy dando cuenta que todavía no han inventado un remedio para curar la gripe.
Los "Maravillosos" Años veinte (II) por El Abuelo Chano
Obispo Rancés |
Como ya he contado, la Virgen de los Remedios se venera en Chiclana desde hace cientos de años. Un cabildo de 1738 acordó nombrarla patrona, pero hay que llegar a 1916 para que Don Francisco Fernández Caro, el Padre Caro, comience a moverse con el fin de conseguir el nombramiento oficial. El 10 de agosto de ese mismo año se envió una instancia al obispo de Cádiz, Don José María Rancés y Villanueva (que pasaba más tiempo aquí que en la capital) para que pidiera al Papa Benedicto XV el nombramiento de la Virgen de los Remedios como patrona de Chiclana. Como yo lo guardo todo, aquí tenéis el escrito: “Excmo. e Ilmo. Sr. Obispo de esta Diócesis de Cádiz: Los que suscriben, Arcipreste y Cura Párroco de San Juan Bautista de esta ciudad, Alcalde presidente del Excelentísimo Ayuntamiento, mayores contribuyentes y vecinos de la misma, a V.E.I. con el mayor respeto y consideración exponen: Que desde tiempo inmemorial viene tributando este piadoso vecindario honores de Patrona Augusta a la Virgen Santísima con el hermoso título de los Remedios, ante cuya milagrosa imagen han acudido siempre en sus tribulaciones y necesidades, obteniendo con harta frecuencia, el amparo de su eficaz protección, como lo prueba entre otros, el favor dispensado por esa Bendita y Celestial Señora a esta ciudad, el año de mil setecientos treinta y ocho (1738), cuando después de un año y tres meses sin haber llovido, muerto el ganado por falta de pastos, sin nacer el trigo y semilla arrojados a la tierra, siendo la aflicción grandísima y horrorosa la calamidad, de acuerdo ambas autoridades, eclesiástica y civil, sacaron en procesión de rogativas a la venerada Imagen, apiadándose, sin duda alguna S.D.M., por los ruegos de su Madre Santísima, envió abundantes lluvias que no cesaron en tres días consecutivos, sirviendo de universal remedio.
No es menos memorable el favor dispensado por la misma Celestial Señora el año mil ochocientos cincuenta y seis, cuando azotada la ciudad por cruel epidemia y siendo muy crecido el número de sus víctimas, fue sacada nuevamente en procesión de rogativas, llevada en hombros de dos venerables sacerdotes y dos señores regidores del Ayuntamiento, recorriendo las calles con fervoroso y devoto recogimiento, cesó por completo la epidemia, no dándose después ninguna invasión. Igual prodigio se realizó el año mil ochocientos ochenta y cinco, librándose esta ciudad de los estragos de la misma epidemia que afligió entonces a los pueblos cercanos.
Por estos favores y otros muchos dispensados por tan Augusta Señora a este pueblo, se hizo voto por sus autoridades de celebrar anualmente una fiesta el día ocho de Septiembre, en que se venera de un modo especial la Milagrosa Imagen de la Virgen de los Remedios, con otros extremos que se consignan en el acta autorizada del excelentísimo Ayuntamiento, que acompaña a esta solicitud.
Deseando los exponentes que, en agradecimiento a tantos y tan grandes favores recibidos por intercesión de tan Augusta Señora, sea nombrada canónicamente Patrona principal, igual-mente de esta ciudad con San Juan Bautista.Suplica a V.E.I. se digne acoger benignamente estos deseos y ordenar lo conducente para la consecución de los mismos. Es gracia, que esperamos alcanzar del recto proceder de V.E.I. cuya vida guarde Dios muchos años.”
No es menos memorable el favor dispensado por la misma Celestial Señora el año mil ochocientos cincuenta y seis, cuando azotada la ciudad por cruel epidemia y siendo muy crecido el número de sus víctimas, fue sacada nuevamente en procesión de rogativas, llevada en hombros de dos venerables sacerdotes y dos señores regidores del Ayuntamiento, recorriendo las calles con fervoroso y devoto recogimiento, cesó por completo la epidemia, no dándose después ninguna invasión. Igual prodigio se realizó el año mil ochocientos ochenta y cinco, librándose esta ciudad de los estragos de la misma epidemia que afligió entonces a los pueblos cercanos.
Por estos favores y otros muchos dispensados por tan Augusta Señora a este pueblo, se hizo voto por sus autoridades de celebrar anualmente una fiesta el día ocho de Septiembre, en que se venera de un modo especial la Milagrosa Imagen de la Virgen de los Remedios, con otros extremos que se consignan en el acta autorizada del excelentísimo Ayuntamiento, que acompaña a esta solicitud.
Deseando los exponentes que, en agradecimiento a tantos y tan grandes favores recibidos por intercesión de tan Augusta Señora, sea nombrada canónicamente Patrona principal, igual-mente de esta ciudad con San Juan Bautista.Suplica a V.E.I. se digne acoger benignamente estos deseos y ordenar lo conducente para la consecución de los mismos. Es gracia, que esperamos alcanzar del recto proceder de V.E.I. cuya vida guarde Dios muchos años.”
Pintor Laureano Martínez |
A partir de entonces, no hubo día que no se preparara una fiesta para el ocho de septiembre. Rápidamente hubo una reunión conjunta de los cabildos eclesiástico y municipal, acordándose la celebración de grandes fiestas. Las “jóvenes distinguidas”, reunidas en el domicilio de la señorita Cañizares, se prestaron a bordar un estandarte para que saliera en la procesión. El artista fotográfico Eduardo López Zambrano, hizo una foto a este estandarte y un cliché directo a la imagen de la Virgen, de los que sacó tarjetas postales y fotografías que vendió como churros. El día de la foto asistieron muchos curiosos a presenciar la obra del artista.
El joven pintor Laureano Martínez de Pinillos demostró sus condiciones artísticas con cuatro cuadros que pintó para la Iglesia de San Telmo, llevando cada uno un angelito y una María e indistintamente el escudo de España, uno; el de Chiclana otro, en el tercero, 25 de Febrero de 1.738, que es la fecha más antigua en la que, como hemos visto antes, se tiene constancia del nombra-miento como Patrona a la Virgen de los Remedios y el cuarto, 12 de julio de 1.916, fecha en que Su Santidad el Papa Benedicto XV la declaró oficialmente Patrona. Estos cuadros fueron colocados en los cuatro laterales de la bóveda que hay delante del presbiterio y allí los podemos contemplar actualmente.
El mismo Obispo Rancés se metió de lleno en las conmemoraciones. Preparó un triduo solemne trayendo a un orador muy famoso por aquellas fechas, el Padre Arnáiz, y costeando con su propio dinero una limosna de pan a los pobres que se entregaría el 8 de septiembre.
El joven pintor Laureano Martínez de Pinillos demostró sus condiciones artísticas con cuatro cuadros que pintó para la Iglesia de San Telmo, llevando cada uno un angelito y una María e indistintamente el escudo de España, uno; el de Chiclana otro, en el tercero, 25 de Febrero de 1.738, que es la fecha más antigua en la que, como hemos visto antes, se tiene constancia del nombra-miento como Patrona a la Virgen de los Remedios y el cuarto, 12 de julio de 1.916, fecha en que Su Santidad el Papa Benedicto XV la declaró oficialmente Patrona. Estos cuadros fueron colocados en los cuatro laterales de la bóveda que hay delante del presbiterio y allí los podemos contemplar actualmente.
El mismo Obispo Rancés se metió de lleno en las conmemoraciones. Preparó un triduo solemne trayendo a un orador muy famoso por aquellas fechas, el Padre Arnáiz, y costeando con su propio dinero una limosna de pan a los pobres que se entregaría el 8 de septiembre.
Por fin llegó tan esperada fecha. La víspera, a las doce en punto, se echaron a voleo todas las campanas de las iglesias de Chiclana. El cine de la Alameda de Quecuty estaba abarrotado de gente. Ese día, el dueño, que si no recuerdo mal se llamaba Emilio Pujales o Poujade, se trajo de la casa Gaumond de Sevilla una película rodada en el año 1916 relacionada con la festividad, que se titulaba Christus. El director era Giulio Antamoro. Comenzaba con la Anunciación y se extiende hasta la Ascensión del Señor. Por la mañana llegó de La Isla una orquesta y de Cádiz la banda de música de los Salesianos. No se pueden ustedes imaginar el ambiente que había.
Se cantó el himno dedicado a Nuestra Señora de los Remedios. La música y la letra eran de un bañista gaditano del Balneario de Fuente Amarga. Nunca llegué a conocerlo, por lo que no se su nombre aunque me hubiera gustado mucho saber quién era. Comenzaba con un estribillo y a continuación un “coro marcial” nos introducía en la base del himno.
Estribillo
Salve, patrona amada,
que de REMEDIOS eres raudal,
vuelve a nos tu mirada;
libra a tu pueblo
de todo mal.
Coro marcial
Que en actitud sumisa siempre esté;
de tu virtud sea fiel imitador,
que la frialdad no entibie nuestra fe,
ni la licencia mancille nuestro honor;
que de Luzbel huyamos con terror
y nuestra cruz llevemos con valor.
En 1920 trajeron una campana desde Badajoz para el campanario de San Telmo. Pesaba unos seis quintales y, como es lógico, la bautizaron con el nombre de Nuestra Señora de Los Remedios. No sé si sería ésta la que años más tarde se cayó sin que milagrosamente matara a nadie.
Los proyectos no faltaban. En marzo de 1912 un ingeniero que se llamaba Waldo de Azpiazú y Artazo -que de aquí seguro no era- se comprometió a poner agua corriente en Chiclana en el plazo de dos años. El agua se almacenaría en el cerro de Santa Ana y se distribuiría a cincuenta céntimos el metro cúbico. Según este hombre, le tocaría cincuenta litros a cada habitante, pero el proyecto se fue al garete. Lo que son las cosas, después de muchos aguaores por las calles y mucha gente acarreando cubos desde la fuente del Arenal, de la Soledad y del Pilar, los chiclaneros no tuvimos agua corriente hasta bien entrada la década de los sesenta.
En septiembre de 1916 se hicieron unas obras muy importantes en el Hospital de San Martín, que también lo llamaban del “Niño Jesús”. Las realizó un arquitecto de Jerez, que se apellidaba Estévez, con el dinero que dejó a su fallecimiento Emilio Añeto, que era hermano del Chantre de la Catedral de Cádiz y secretario del obispado, Padre Añeto. Por cierto que el maestro de estas obras se llamaba Santiago Conejero y era el padre de un amigo mío. Un año después se dieron cuenta que el Hospital no tenía material quirúrgico, entonces se hizo una suscripción popular, dando cada uno lo que podía. Al final se logró recaudar ochocientas ochenta y cinco, pesetas con las que se compró el material en Barcelona.
A propósito de hospitales, me estoy acordando de lo mal que estaban las cosas de la salud por entonces. Era lo más normal ver féretros blancos por las calles del pueblo. Los gurripatos se morían por cualquier cosa. Las condiciones higiénicas eran..., no, no eran. Los chiquillos cuando comenzaban a jugar tenían todo el cuerpo lleno de granos y postillones infectados. A nadie le llamaba la atención ver por la calle a los niños encanijados y enclenques, con vestimentas rudimentarias y mugrientas; pantalón corto sujeto por tirantes de la misma tela, dos remiendos en el culo, piojos, toda la cara llena de mocos, lagañas, churretes..., y las rodillas con sus llagas correspondientes.
Por eso, no era de extrañar que se aprovecharan de todo esto para intentar vender los más raros mejunjes. A la menor oportunidad, los purgantes, los laxantes y el aceite de hígado de bacalao nos amargaban la vida. Para los niños aconsejaban quina como reconstituyente. Imaginarse con lo adelantados y lo modernos que estamos ahora, lo que significaría darle vino a un niño. Pero yo, como algo extraordinario, he tomado alguna vez estando malo, vino moscatel con huevo, se le llamaba un candié. Intentaba alimentarme lo mejor posible, cuando podía me tomaba los huevos crudos haciéndole un simple boquetito en cada extremo. Me acuerdo la última vez que me eché uno a pecho. Un hermano mío, cuando vio las cáscaras, se dio cuenta que me había tomado uno porío. Me llevé un buen rato tratando de vomitarlo pero no pude.
Balneario |
Por entonces no existía la Seguridad Social. Tímidamente empezaban a surgir algunos seguros privados que, por supuesto, no alcanzaban a las clases más pobres. Pero los médicos tenían su propio baremo, estaban agrupados en lo que se llamaba “Asociación Sanitaria Regional Andaluza” y cobraban a los enfermos unas tarifas con arreglo a su clase social: clase obrera, una peseta; clase media, dos pesetas y clase acomodada, cinco pesetas.
El balneario de Fuente Amarga continuaba dando una vida tremenda al pueblo. Tengo por aquí los nombres de quienes lo llevaban por aquellas fechas: El director se llamaba don Mariano Salvador, el administrador don José Valverde, el encargado don Sebastián Varo, y el mecánico maquinista don Eduardo Ruiz. También había dos bañeros, dos bañeras y una fontanera, de los que siento no tener sus nombres. En septiembre de 1916 se inauguró un nuevo Círculo en la calle La Vega, promovido por la “Unión Comercial e Industrial de Chiclana”, su presidente era don Tomás Fernández y Fernández. ¡Ah!, y que no se me olvide, en 1917 teníamos un equipo de fútbol, o de balompié como bien se decía entonces, que se llamaba “Regional Club de Chiclana”. Vestía camiseta con rayas negras y amarillas y pantalón negro. Solía jugar sus partidos en el Almendral, a donde íbamos todos andando.
Cesta volcada de uvas e higos. Sebastian Gessa y Arias |
En el mes de abril de 1919, hubo una helada terrible quedando arrasadas más de dos mil aranzadas de viñas. Se solicitó ayuda al gobierno para los viticultores, pues según los expertos se habían perdido más de tres millones de pesetas, lo que suponía una verdadera catástrofe para un pueblo que dependía totalmente del campo. En enero de 1920 murió en San Agustín de Guadix, en la más absoluta miseria, el pintor chiclanero Sebastián Gessa y Arias.
Nacio en nuestra localidad el año 1840. Estudió en la Escuela de Bellas Artes de Cádiz, donde fue discípulo de Ramón Rodríguez Barcaza. Posteriormente se trasladó a París, donde fue alumno de la Escuela Imperial de Bellas Artes a partir de 1863, bajo la dirección de Alexandre Cabanel. Se había especializado en cuadros de flores y frutas -bodegones- en los que obtenía una perfección inigualable, por lo que había sido galardonado tanto en España como en Francia. En la Casa de la Cultura, actualmente tiene una sala a su nombre, pero este hombre debería ser más conocido por los chiclaneros.
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