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En mi infancia solía oír cosas como esta: “Sí, sí, mucho golpe de pecho y mucha comunión diaria, pero ese cabrón pega a su mujer, putea a sus empleados, tiene una querida y se enriquece a costa de arruinarle la vida a cuanto coge por medio”.

Corrían tiempos en que acudir a Misa cada día y darse golpes de pecho sumaban muchos réditos sociales, aunque la verdad (sotto voce) se abría paso entre el vulgo que, con definiciones como la citada, trataban de cuidarse del sujeto en cuestión; joyita que abundaba en aquella España de charanga y pandereta que, a pesar de los barnices, no ha dejado de serlo. Así quedaba retratado el hipócrita, el tipo falso que se manifestaba en cristiano, que practicaba en canalla y que no engañaba a nadie, aún manteniendo su posición, sus pingües beneficios y los beneplácitos de su muy nutrida tropa de corifeos. “Ande yo caliente y ríase la gente” podía rezar el estandarte de estos despabilados.

Y así, en el transcurso del tiempo, noto que ha desaparecido esa inquietud popular por calar a esos arribistas, caraduras, abusones y delincuentes sociales, civiles y penales que -ahora más que nunca- viven como reyes (1) mangando sin disimulos a troche y moche a un pueblo que las está pasando canutas, en muchos casos hasta para llevar un plato a la mesa. Puede que sea el relax, la Logse (2), la corrosión telebasurienta, la calentura fúbolera, el conformismo o la indignidad, o todo el conglomerado junto, lo que hace que ya ni siquiera se cuestione la incoherencia entre el discurso y la praxis de esos sinvergüenzas.

Extirpada la crítica (de la autocrítica no se habla por no citar utopías), a nadie se le enciende la lucecita cuando asoma uno de esos degenerados y suelta la frase mágica que todo lo puede “Yo soy de izquierdas”. A partir de colocarse esa etiqueta, todo lo que diga y todo lo que haga será bendecido por una grandísima mayoría de mostrencos, situados en todos los estamentos sociales, profesionales y económicos que harán ley y difusión de la verborrea mentirosa… afrecho para ganapanes e interesados que harán del discurso El Sermón de la Montaña, incluso a sabiendas de las falsedades palmarias de cuanto en él se manifiesta (3).

Del dicho al hecho: ‘Ese tipo es un Randall, tiene una finca en Toledo y otra en Extremadura, dos palacetes, más de cuarenta millones de euros, un chalet en Punta Cana, tres planes de pensiones y es accionista de bancos y constructoras; y además está en la Ejecutiva del partido… de izquierdas por supuesto’.

‘Esta tía es muy lista, sin carrera, sin estudios, llegó aquí con una mano delante y otra detrás, y fíjate, cuatro años de concejala, cuatro de diputada provincial, una legislatura en el Congreso y otra en el Senado, y ahora es millonaria… de izquierdas por supuesto’.

‘Fulanito tuvo su oportunidad, pringó un montón de millones en ERES falsos, se quedó con una morterá, no sabe ya donde meter dinero ni que hacer con él, y dentro de poco igual llega a Secretario General… de izquierdas por supuesto’.

‘Mengano sólo estuvo cinco años de Presidente de la Caja de Ahorros, y fíjate si anduvo práctico, se llevó de liquidación cincuenta millones de euros, además de los sueldos, las dietas, la colocación de toda su familia y las gabelas; lástima de la quiebra de la Caja… de izquierdas por supuesto’.

‘Perengano se llevó diez años de alcalde y supo gestionar tan bien los Planes de Urbanismo que se retiró con más de cien millones de euros, ahora tiene su propia sociedad que trabaja únicamente para la Administración y está de Consejero Delegado en una gran empresa pública… de izquierdas por supuesto’.

Sabiendo que me tildarán de facha por hacer estas reflexiones, que es lo que hacen siempre esos que se dicen de izquierdas, y se quedan con de ella para sí cuando se les arrebata el velo, recomiendo la lectura del artículo de Juan Torres López ‘Rescate: Se consuma el engaño’ (10/06/2012), colgado por Juan José Tellez en su Fb, donde -con gran criterio y sólidos argumentos- reparte mandoblazos sin distinción de esquinas políticas a esas mesnadas canallunas a que me refiero.

Laz Aragón

Bien es cierto que cada pueblo tiene lo que se merece, pero ocurre que no todos sus ciudadanos se hacen acreedores a lo que les toca, pero dado que la imbecilidad parece haberse constituido en mayoría, así -como en todos los órdenes de la vida- pagan justos por pecadores.

(1) Nadie busque tres pies al gato es sólo una frase hecha, una fórmula.
(2) Léase analfabetismo funcional.
(3) Castilla del Pino, en su ‘Discurso de la mentira’ (Alianza Editorial 1988) dice que para que una mentira prospere como veraz es necesario que quien la propale sepa que es una mentira, y que quien la oye, aún sabiendo que es mentira, la tome concientemente como cosa cierta.