0 comentarios / lunes, 9 de julio de 2012 a las 8:45 / Publicado por Chiclana Hoy

Medios de transportes del siglo XX por El Abuelo Chano




Entrar en nuestro pueblo constituía toda una aventura. Si venías por la parte de Conil, te encontrabas con unos boquetes tan grandes que si un coche se embachaba en ellos, había que buscar un par de mulos para sacarlo. Era tan malo el estado de la carretera que en el año 1912 el servicio de coches desde Algeciras a Cádiz llegaba nada más que a Conil, negándose la empresa a continuar hasta Chiclana, lo que provocó la protesta del alcalde, Manuel Romero. La carretera de Medina, por llamarla de alguna manera, era un pedregal, y la “mejor”, la que venía de Cádiz, un lodazal que, después de haber cruzado el puente de barcas, te obligaba a ir sorteando las piedras y los boquetes llenos de agua y fango, donde entraba medio carro, hasta llegar a la Alameda Solano.


Cuando podía hacer el trayecto completo, el servicio de autobuses circulaba diariamente entre Cádiz y Algeciras. Precisamente, fue en 1903 cuando comenzaron a funcionar. La empresa tenía cuatro automóviles a vapor que disponían de salón con berlina en el que cabían seis personas. Los pasajeros que iban en la berlina tenían que hacer trasbordo en Chiclana, pues el tamaño de estos carruajes les impedía pasar por el puente Suazo. Podían alcanzar una velocidad máxima de treinta kilómetros por hora, pero la reglamentación limitaba la velocidad a veinticuatro kilómetros hora en las carreteras y a doce en las poblaciones. Como los vehículos llegaban a una velocidad media de quince kilómetros hora, se invertía en el trayecto apenas ocho horas. La inauguración del servicio se hizo en Chiclana. Todo el pueblo contempló maravillado el gran avance que representaban estos grandes carruajes. Rodeados de gente que acompañaban andando a los vehículos, cogieron la cuesta que llevaba a la Plaza San Juan Bautista, asombrando a todo el mundo, pues parecía mentira que pudieran subirla unos carruajes tan grandes y sin ningún animal que tirara de ellos. Fue un gran día de fiesta, las calles estaban llenas, las mujeres se asomaban a las casapuertas y cuando los autobuses tocaban la bocina acudía más gente que aplaudía el acontecimiento. El trayecto entre Chiclana y Cádiz duraba una hora y media aproximadamente. Me contaron que la empresa hacía unos anuncios en los que decía: “servicio cómodo, rápido y económico”.


Así era el servicio de viajeros, pero el de mercancías no le andaba a la zaga. El envío de paquetes se hacía casi exclusiva-mente en dirección a Cádiz. El cosario más importante -y creo que el único- era Manuel Forero. Tenía su despacho en la calle La Vega, en un local que ahora estaría situado entre la Óptica La Vega y la tienda de electrodomésticos de los hijos de Eloy Aguilar. Allí se dejaban las mercancías en una oficina atendida por su hija Carolina. Al principio hacía el servicio en carros, para, posterior-mente, comprar un camión que era conducido por Miguel Cano, ya que Manuel, el dueño de la empresa, no sabía conducir.
Ahora voy a contaros los sucesos que ocurrían por aquellas fechas. En el año 1906 trajeron dos presos desde Medina a la cárcel de Chiclana. La amante de uno de ellos se las apañó para ayudarles y se escaparon de la cárcel. No os podéis imaginar la que se formó. Por el pueblo se escuchaban los comentarios más inverosímiles que, a medida que se iban ampliando, se enriquecían con nuevas “hazañas” de los fugados. Ese mismo año, en pleno agosto, se produjo la explosión de una caldera en la fábrica de aguardientes que tenía el antiguo alcalde Enrique Quecuty. Cogió a varios trabajadores y uno de ellos, que se llamaba Galván Mayor, murió a causa de las quemaduras. Cualquier cosa era noticia. Por ejemplo, en 1909 murió un hombre al volcar su carro cargado de estiércol en el callejón Roa la Bota y otro murió ahogao atravesando un caño de las salinas al intentar meter de contrabando desde La Isla una damajuana de alcohol.

Cuando comenzaba 1910 ocurrió un hecho que conmocionó a toda Chiclana. Habían metido en la cárcel por robar cerdos a un elemento de mucho cuidao. No supieron cómo, pero logró escapar, llegando hasta la huerta O’Farrell donde tenía escondida una pistola. Salió corriendo por las calles disparando a la guardia civil que lo había descubierto, pero éstos le replicaron, consiguiendo abatirlo de un tiro en la cabeza.


Otro suceso que también impactó durante mucho tiempo en la gente, avivando el miedo al “chupasangre”, tuvo lugar en la Plaza Mayor. Transcurrían los últimos días de octubre y había un gran ambiente, pues el Batallón de Pavía estaba realizando maniobras en el pueblo. La más celebrada era la “conquista” de Chiclana. Parecía que nadie se fijaba en un forastero que cruzaba el pueblo acompañado de dos chiquillos. Pero, como decía antes, en la Plaza Mayor, dos municipales, Francisco Casas y Antonio Manzorro observaron algo raro. Detuvieron al fulano y resultó que había raptado a los niños en Cádiz y se los llevaba andando hacia Algeciras. Como podéis suponer, los niños fueron devueltos a sus padres, el tío para la cárcel y a los municipales todas las felicitaciones del pueblo y las autoridades.

Abuelo Chano

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